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¡ALERTA! CAMBIOS DOCTRINALES EN LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA (SEGUNDA PARTE)


Otro ejemplo por el que corroboramos que, la crítica bíblica moderna está fallando y está cometiendo muchos errores al tratar de reinterpretar las enseñanzas bíblicas con solamente la luz natural de la razón, sin tener en cuenta para nada la luz sobrenatural de la fe, y la utilización exclusiva de la experiencia humana del hagiógrafo, sin tener en cuenta para nada (o en muy poco) la intención del Autor Primario, intención que se refleja en la Tradición viva de la Iglesia, es el siguiente.

Nota.  Que quede bien claro, no estoy negando la validez de una sana crítica bíblica --siempre y cuando ésta no sea para negar una verdad de fe o poner dudas sobre ella--, de lo que estoy en contra es en el método que se utiliza cuando se vale únicamente de la sola razón --sin tener en cuenta la luz sobrenatural de la fe, que me lleva a aceptar y creer como cosa totalmente posible y cierta una manifestación milagrosa y portentosa de un acontecimiento o acción divina dentro de la historia humana--. Si la crítica bíblica moderna niega la acción de Dios de esta manera, la considero inválida para una recta interpretación histórica de la Biblia.

De igual forma, si se reinterpreta la realidad histórica de la Biblia basado sólo y exclusivamente en el hagiógrafo, sin considerar para nada al “Espíritu con el que fue escrita” y la unidad de toda la Escritura, dicha reinterpretación --de acuerdo a la enseñanza oficial de la Iglesia-- la considero inválida e inadmisible. Y, para que no se crea que estoy opinando sin fundamentos, veamos, como ya he dicho, el siguiente ejemplo).

La crítica bíblica moderna está indicando que la figura del Diablo o Satanás tiene su origen en leyendas, fábulas y cuentos mitológicos, y que, por lo tanto, la Biblia, específicamente el Antiguo Testamento, no pretendió enseñar que tal personaje existiera realmente. En realidad, dice la crítica bíblica, el Antiguo Testamento desconoce la existencia real de tal
ser. La existencia del Diablo se debió a una reelaboración y reinterpretación tardía del capítulo tres del Génesis.

Según la crítica moderna del texto del Génesis, el autor sagrado o hagiógrafo no pretendía hablar o enseñar nada referente a los orígenes de la humanidad, nada de un pecado ocurrido en el principio y, mucho menos, nada sobre la existencia real y personal de un ser que se opone a Dios y a su plan maravilloso para el ser humano.

Lo que sí pretendió el hagiógrafo era alertar a sus contemporáneos israelitas del peligro que estaba representando para ellos, Pueblo de Dios, la presencia cananea de su dios Baal y Asherá, cuya simbología religiosa era la de una serpiente. Religión que, por su sencillez y por su prostitución sagrada estaba atrayendo y cautivando a muchos del pueblo, abandonando a Yahvé para dirigir sus miradas a esas deidades falsas.

Luego, siglos más tarde, el autor del libro de la Sabiduría 2, 24identifica la figura del Diablo (que fue tomada por el Pueblo de Dios en Babilonia durante su cautiverio mientras estuvo allí) con la serpiente del
paraíso.

Es así que la crítica bíblica razona y llega a la conclusión de que, Satanás no pasa de ser una figura irreal cuyo simbolismo es, y debe ser, la de personificación del mal, nada más.

Pero esta es la interpretación y la conclusión a la que llega la crítica bíblica con solamente la luz natural de la razón, y con solamente el autor secundario.

Ahora bien, sin negar la realidad histórica, cultural y social en la que estaba inmerso el hagiógrafo, y que pudiera ser tal y como lo describe la critica bíblica, si interpretamos el texto del Génesis con la luz natural de la razón pero unida a la luz sobrenatural de la fe, y unimos la intención del autor secundario a la intención del Autor Primario quien a su vez guía y dirige la Iglesia que nos ha de transmitir la verdad de Dios, podemos llegar a la siguiente conclusión: Dios, que conoce la realidad de la existencia de Satanás y la realidad histórica de la caída de nuestros primeros padres, se vale de unos acontecimientos históricos (políticos, religiosos y culturales) que viven los autores sagrados para --detrás de tales eventos-- revelar y dar a conocer unas verdades religiosas que, siglos más tarde dará a conocer con mayor luz a través de otros hagiógrafos --como el caso de Sabiduría--, y, sobre todo, por medio de su Hijo Jesucristo quien, a su vez, nos dará la plenitud de la verdad con el Espíritu Santo en su Iglesia. Y es la Iglesia, a través del Magisterio, por la que el Espíritu Santo nos dará a conocer con toda claridad la verdad de Dios.

Luego la existencia de Satanás, como ángel caído, la caída de nuestros primeros padres por instigación del Diablo y la realidad del Pecado Original son verdades históricas de divina revelación que, solamente y por el don sobrenatural de la fe es que la razón humana lo puede entender y creer como realidades existentes.

Nada de puras leyendas, cuentos o fábulas. Todo ello ha sido, en las “manos” de la Divina Providencia, instrumentos de la experiencia e historia humana por las que Dios se ha valido para dar a conocer unas verdades religiosas o de fe.

Si después de este análisis el cual, entiendo yo, ha sido bastante claro y contundente, hay cristianos que todavía quieran mantenerse en la conclusión de la crítica bíblica y teológica moderna basada en la pura razón, es porque no se están dejando guiar por el don sobrenatural de la fe y, por ello, han perdido la fe divina, fe que nos hace creer en una manifestación poderosa, milagrosa y extraordinaria de Dios en la historia humana.


El testimonio bíblico de eventos o hechos considerados históricos

Hasta aquí lo que podemos saber y conocer por fe divina, pero, ¿y los eventos o hechos considerados históricos y que la crítica bíblica moderna considera invenciones literarias sin ninguna base o fundamento histórico?: Los Magos de oriente, la Estrella de Belén, las manifestaciones angélicas y los dos anuncios (a Zacarías y a la Virgen María), el nacimiento de Cristo en Belén, la Matanza de los Inocentes, la resurrección corporal de Cristo y su eventual manifestación a los apóstoles y discípulos..., eventos considerados como históricos, la crítica bíblica moderna ya no los considera como tales debido a varias razones.

Una de ellas se refiere a las manifestaciones de ángeles, la Estrella, la resurrección corporal... que, por ser eventos sobrenaturales, la simple razón no puede admitirlas por la imposibilidad científica de ser demostradas.

Segundo, algunos de ellos son eventos que no aparecen en otros evangelios, por lo que no hay unanimidad en los testimonios.

Tercero, son acontecimientos que se contradicen en lugares, cantidades, tiempo..., por lo que tampoco hay unanimidad.

La primera razón es comprehensible en los que sólo se dejan guiar por la simple razón natural, en la que no cabe, ni tan siquiera la idea, de una manifestación sobrenatural o milagrosa de Dios en los acontecimientos humanos. Ello es imposible que se dé y científicamente indemostrable.

Pero, ¿y los cristianos, específicamente los católicos en quienes la luz sobrenatural de la fe es el fundamento de lo que creen o deberían creer?

Yo no puedo entender que un teólogo o exégeta bíblico católico defienda, apoye y promueva las formulaciones de los racionalistas o de la pura razón. Al menos que hayan sacado de su propia razón y corazón la luz sobrenatural de la fe, y hayan puesto en su lugar a la pura razón. Esto explicaría el porqué muchos especialistas católicos enseñan y defienden muchas doctrinas opuestas a las oficialmente enseñadas por la Iglesia.

La segunda y la tercera razón pretende y exige una mayor exactitud histórica que la que se exige en las narraciones históricas actuales. La crítica bíblica exige, para que el evento narrado tenga algo de validez, peso y credibilidad histórica, el que los hechos narrados estuviesen en los cuatro evangelios.

Cualquier persona sensata y conocedora sabe que esto, aun en las narraciones históricas de hoy no se da. Podemos leer veinte biografías realizadas por veinte autores sobre un mismo personaje, y cada uno de ellos pondrá lo que él entiende es lo más sobresaliente en la vida de tal persona. Habrán eventos que se repetirán, si no en todos, en casi todos ellos, pero habrán otros eventos que serán reseñados por uno o dos de esos autores, y de seguro habrán otros eventos en la vida del personaje que nunca se conocerán. De igual manera, el que uno o dos evangelistas hayan narrado un evento que los otros no lo hayan considerado, no quita su realidad y veracidad histórica.

En cuanto a lugares, cantidades y tiempo cuya precisión histórica es exigida en nuestro tiempo, no es válida para los Evangelios pues estos, su objetivo fundamental es el de transmitirnos los dichos y hechos de Jesús el Cristo, y no una historia de su vida (según entendemos hoy el concepto de historia).

Que si en la tumba vacía de Cristo resucitado un evangelista dice que se aparecieron dos ángeles (Juan 20, 11-12), pero otro evangelista indica que fue uno (Marcos 16, 1-6); que se aparecieron dentro de la tumba (Marcos 16, 1-6) o fuera de la tumba (Mateo 28, 1-5); que un evangelista da a entender que Cristo ascendió al cielo el mismo día de la resurrección, en la tarde (Marcos 16, 9-20), y otro asegura que fue a los cuarenta días después de la resurrección (Hechos 1, 1-3); que un evangelista asegura que fueron dos los endemoniados a los que Cristo curó (Mateo 8, 28-34), pero otro evangelista señala que fue uno (Marcos 5, 1-20)... Y podemos alargar la lista de contradicciones de lugares, cantidades y tiempo. Narraciones a las que la crítica bíblica moderna (e incluyo a los incrédulos y otros racionalistas) utilizan para argumentar la imposibilidad de demostrar históricamente dichos acontecimientos o hechos.

Pero en nuestros tiempos, donde se exige una exactitud histórica y donde existen los medios para ello, también se dan esas incongruencias e inexactitudes, de las cuales podemos ver en periódicos y revistas, aun las especializadas. Creo que se está siendo muy injusto exigir exactitud histórica a una época donde dicha exactitud no era lo más importante (por lo menos los elementos que rodeaban un evento o hecho), sino el hecho mismo que se quiere transmitir.

Lo importante es la verdad histórica de lo que Jesús dijo; dónde lo dijo y cuándo lo dijo es accidental. Lo importante es la verdad histórica de los eventos y hechos que rodearon y señalaron a Jesús de Nazaret como al Mesías prometido y esperado, que se hizo historia en medio nuestro. Que muchos de esos eventos sobrepasan el entendimiento humano y la razón humana se ve incapacitada de aceptar, sólo por el don sobrenatural de la fe es que podemos acceder a ellos y entender que Dios no tiene límites en sus manifestaciones sobrenaturales en la historia humana.


5. Consecuencias de la apostasía

Como hemos visto, la gran apostasía de la que nos advierte el Espíritu Santo por boca de San Pablo es una lamentable y terrible realidad que, en cierta forma está afectando la manera de ver y entender el dogma católico. Ya hay quines hablan de revisar y reformular las definiciones dogmáticas para ajustarlas a las conclusiones de la crítica moderna y al modo de pensar actual.

Ahora bien, ¿cuáles son las consecuencias para la fe de los fieles y de la Iglesia en general de esta apostasía? ¿Cómo afecta a la Iglesia en su misión evangelizadora? Ambas preguntas trataré de contestarlas en los siguientes apartados.


A. Efectos en la fe de los fieles y de la Iglesia en general.

Para saber cómo afecta la apostasía a la fe de los fieles, hay que verlo desde la fe de la Iglesia como maestra; y cómo los educadores de la fe (los responsables de transmitirla) la interpretan y así la enseñan.

Para ello tomaré como ejemplo el siguiente caso por ser uno de los más comunes y que más está afectando el depósito de la fe y la vida de piedad cristiana.

Uno de los objetivos de la crítica moderna es el de negar la existencia del infierno o, en su defecto, de éste existir está vacío. Luego la conclusión lógica es que todo el mundo (independientemente de cómo ha vivido ante Dios y ante su prójimo y del estado de su vida a la hora de la muerte) se va a salvar. Nadie se condenará. La condenación eterna no es una realidad.

Cuando estuve en el Seminario un sacerdote que nos visitó nos dijo que no creía en el infierno; que éste no existía. Otro, durante una homilía en una parroquia, aseguró que el infierno está vacío. Y de estos casos son
muchos los testimonios que se podrían mencionar.

Ahora bien, ¿cómo afecta esta enseñanza a la fe de la Iglesia y a la de los fieles en general? Las consecuencias son nefastas en su aspecto doctrinal y de vida cristiana. Veamos:

1) A la fe de la Iglesia. (En su aspecto doctrinal).

a) La existencia del infierno es una verdad de fe expresamente definida por la Iglesia, por consiguiente, es una verdad de fe contenida en la Divina Revelación, por lo tanto, enseñada por Dios y así dada a conocer por el Magisterio infalible de la Iglesia. (Ver el Catecismo de la Iglesia católica Núm. 1022, 1033-1037, 1861, 1864 y las referencias a los diversos documentos allí presentados). Luego todo católico que se considere como tal y quiera mantener su vínculo de unidad con la Iglesia, está obligado a creer en esta verdad de fe, aunque humanamente hablando le resulte dura e incomprensible.

b) “El infierno de hecho existe, pero está vacío”. Vemos en esta afirmación una contradicción, pues, ¿cómo Dios va a permitir la existencia eterna de un lugar o estado que nadie lo va a habitar? Luego quienes aseguran que el infierno está vacío (para no negar directamente su existencia), indirectamente están diciendo y asegurando que éste no existe.

c) Del infierno no existir, la conclusión lógica y nefasta es que, la Iglesia de Jesucristo y, por lo tal, Cristo mismo que dio a conocer su existencia, nos han estado engañando; el Espíritu Santo ha fallado terriblemente por estos casi veinte siglos al enseñar a la Iglesia algo que no existe. Luego la conclusión lógica es que: o Cristo, el Espíritu Santo y la Iglesia son un fraude, una mentira inventada para cautivar y aprovecharse de los incautos; o la apostasía es una realidad y una trampa del espíritu del Anticristo para apartar a los fieles de la verdad, sobre todo, a aquellos que no quieren creer en la verdad ni creerle a la Verdad.

2) A la fe de los fieles. (En su aspecto de vivencia cristiana).

a) A lo largo de los siglos, desde la época apostólica hasta la actualidad, la fe de la Iglesia se ha alimentado y se ha desarrollado mediante el anuncio de la Buena Nueva de Salvación: Todos los hombres y mujeres llamados por Dios a través de la Iglesia para que, en Cristo sean salvados del pecado y de la condenación eterna.

El tema de la posibilidad de la condenación eterna por el mal uso de la libertad y el llamado a la conversión de corazón a Dios y a la salvación que en Cristo nos ofrece, era (y es) el tema fundamental en la predicación y enseñanza de la Iglesia a lo largo de los siglos; los santos se desgastaban por vivir y proclamar a todas las gentes estas verdades; los fieles piadosos vivían esta fe y los menos por lo menos la respetaban a pesar de los detractores que nunca faltaban.

b) Ahora bien, si se enseña (como de hecho está ocurriendo) y se da a entender que todo ello ha sido producto de una mentalidad primitiva, obscura y supersticiosa y, por ello, anticuada; que eso del infierno y la condenación hoy en día es obsoleto y anticuado continuar enseñándolas; (en las funerarias, muchos --por no decir todos-- de los que allí hablan dan la impresión de que todo el mundo se va a salvar, y los católicos dan la impresión de que el Purgatorio no existe “canonizando” a todos los difuntos); entonces, el pensamiento lógico que surge en los fieles es: ¿Para qué esforzarme por vivir una vida cristiana según las duras exigencias del Evangelio, si al fin y al cabo, haga lo que haga me voy a salvar? ¿Para qué ir a la Iglesia? ¿Para qué los sacramentos? Si me voy a salvar, ¿no sería más fácil evitar esta lucha contra las pasiones de la carne, y mejor entregarse a los vicios y placeres que nos ofrece el mundo?

Conclusión. ¿No será todos estos cambios y enseñanzas en muchos ambientes de la Iglesia, que ha llevado a una relajación y abandono de la piedad cristiana y práctica de la fe, signos claros y patentes de la gran tribulación por la que la Iglesia tiene que atravesar? Ver Catecismo de la Iglesia católica Núm. 675. Lo dejo a tu consideración.


B. Efectos en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre cuál es la misión de la Iglesia: Ver artículos del 848 al 856 y 863.

Cuando estuve en el Seminario para 1992-1993, el rector del mismo me dio a ver y entender cuál es y debe ser, para muchos en la Iglesia, la misión de ésta. Nos encontrábamos él, un compañero y yo viendo la clausura de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se realizaron en Puerto Rico. Durante la clausura se estaban presentando unos eventos culturales como bailes tradicionales. En medio de la emoción y del colorido del evento, muy emocionado exclama nuestro rector: “Esa debe ser la misión de la Iglesia.” Mi compañero y yo nos quedamos mirando y luego lo miramos a él. Aunque para mí, a la verdad, no me extrañó mucho puesto que, a lo largo del año y medio que estuve en el seminario fui descubriendo cual era la línea de pensamiento que tenía de cómo debe ser la Iglesia: una institución más social y cultural que religiosa y donde el anuncio del Evangelio de la Salvación no era lo más importante. Por lo menos esa fue la impresión que se me dio a ver.

Esta experiencia y otras más, a lo largo de estas dos últimas décadas, me han hecho ver y me ha confirmado por dónde va, cuál es y en qué consiste (en el pensamiento y visión de muchos) el anuncio del reino de Dios. (Y escribo “reino” de Dios en minúscula porque dicho reino parece más de mundo que de cielo y más humano que divino).

Yo creo que, más que orar por las vocaciones religiosas y sacerdotales, hay que orar, sobre todo, por las instituciones de formación religiosa. Ante esta falta de prioridad por el Evangelio de la Salvación, la Beata Madre Teresa de Calcuta dijo en varias ocasiones que, el día en que sus religiosas y la visión evangelizadora de anunciar a Cristo de la congregación se transforme en una puramente social, que Dios la haga desaparecer.

¿No será entonces la visión puramente social y cultural en la que han caído muchas instituciones religiosas la causa fundamental en la crisis vocacional? ¿No será esa pérdida de fe en las verdades fundamentales referentes a la salvación del alma una causa importante en el desánimo de muchos sacerdotes, religiosos y religiosas que están abandonando el ministerio, y de gran cantidad de seglares que no están practicando o dejan de practicar la fe? Te recomiendo que repases el texto de San Pablo a los Tesalonicenses y lo estudies y medites a la luz de los acontecimientos actuales.


6. Puntos fundamentales que se deben tener en cuenta a la hora de interpretar y enseñar la verdad de la Iglesia.

a. Toda verdad revelada por Dios en Cristo por el Espíritu Santo y enseñada así como doctrina oficial de la Iglesia, no puede variar o cambiar la esencia de dicha doctrina aunque perezca contraria o contradictoria a la mentalidad de cada época.

b. Los teólogos --ni nadie dentro de la Iglesia--, en sus indagaciones e interpretaciones no pueden enseñar abiertamente cosas contrarias a la doctrina oficial de la Iglesia, la cual está cimentada en la Tradición Apostólica desde los Santos Padres hasta hoy; ni tampoco enseñar --como si fuese verdad oficial de la Iglesia-- opiniones teológicas que a lo sumo serían hipótesis o teorías.

c. Igualmente los exégetas en sus estudios e interpretaciones bíblicas deben, teniendo como norte la enseñanza oficial de la Iglesia, armonizar y fundamentar el contenido revelado en la Sagrada Escritura con la doctrina oficial --como son los dogmas o aquellas próximas al dogma--.

d. De igual manera, en la interpretación y estudio de la Biblia se debe de tener muy en cuenta no solamente al autor secundario o hagiógrafo, sino, sobre todo, al Autor Primario y su intención, que sólo puede ser conocida por la luz sobrenatural de la fe. Intención manifestada en la Divina Revelación, y que sólo la Iglesia fundada por Jesucristo tiene la autoridad y el Espíritu para interpretar y enseñar la verdad de Dios.

e. Cualquier interpretación --bíblica o teológica-- que se aleje, cambie o altere la esencia de una verdad de fe, aunque dicha interpretación parezca muy razonable, no puede ser admitida, o por lo menos debe ser analizada para corregir aquellos puntos de controversia.

f. No se puede poner en duda una doctrina oficial de la Iglesia o negarla por el simple hecho de que fue enseñada por tal concilio o papa en una época muy distinta a la nuestra y que, por lo tanto, no se ajusta al modo de vida y de pensar actual --como si el Espíritu Santo se hubiera equivocado a lo largo de todos estos siglos pasados, y ahora viene a "corregir las metidas de pata" en cuanto a doctrina y moral se refiere--.


7. Preguntas de reflexión y discusión.

a. ¿Son las explicaciones que aparecen al pie de las Biblias doctrina oficial de la Iglesia Católica? ¿Tenemos obligación de creer en ellas? Explica.

b. ¿Son las enseñanzas y comentarios de los teólogos y exégetas verdades a las que estamos obligados a creer?

c. ¿Quiénes son los legítimos maestros de la verdad católica y a los cuales debemos escuchar y estamos obligados a creer? (Ver: Catecismo Iglesia Católica 85-87).

d. ¿Puede un obispo, sacerdote o diácono, en su carácter personal, equivocarse al dar una opinión doctrinal o moral? La Biblia, para no caer en error, debe ser interpretada a la luz del Magisterio de la Iglesia. Remito al lector al Catecismo de la Iglesia Católica Artículo 3: La Sagrada Escritura (101ss.).

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